TESTIMONIO DE UN MEDICO







Cómo médico dedicado al cuidado de los niños, tengo la fortuna de experimentar a diario la extraordinaria energía, fortaleza y fe de los físicamente más frágiles entre nosotros। Uno de tales casos tiene que ver con Bobby, un niño de cinco años a quien le habían diagnosticado leucemia cuando apenas tenía cuatro.

El cáncer de Bobby había sido controlado, ya no padecía de esta enfermedad, y había venido al hospital para someterse a una serie de pruebas.

Bobby tenía ojos de un azul muy intenso y una tímida sonrisa que a primera vista no revelaba la sabiduría que había adquirido durante ese año de lucha contra el cancer. El había perdido todo el cabello como consecuencia de la quimioterapia, que muchas veces lo dejaba nauseabundo y sin ganas de comer। Había pasado por numerosos procedimientos y tratamientos dolorosos y este día no era la excepción.

Sabía exactamente lo que le esperaba, ya había pasado por lo mismo antes. Le expliqué lo que íbamos a hacer, y por qué, y la importancia de que permaneciera muy quieto। Bobby me aseguró que no se movería, y me prometió que las enfermeras y tecnólogos que lo atendían no iban a tener que sujetarlo a la camilla.

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